El fistol del diablo – Historia de una piedra preciosa

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En la entrevista que tuvieron Arturo, Manuel y Rugiero, y que por poco termina en tragedia, Rugiero decide relatar la historia del fistol y cómo es que desde épocas remotas había sido causante de inumerables desdichas a sus portadores.

La historia del fistol

Hace cientos de años un hombre de Abisinia estaba vagando cerca de unas pirámides en Egipto, entonces encontró entre la arena un enorme diamante y se lo llevó, un turco lo vió, lo siguió, lo mató y le robó el diamante, luego se dirigió a Bagdad donde gobernaba el poderoso Harún Al-Rashid (jueguen Civilization niñas y niños), y allí le vendió la gema.

El turco le había prometido darle la mitad del dinero al Cadí de la ciudad (una especie de juez civil/religioso), pero no lo hizo y este, informado por el califa en persona se convenció de la mala fe del turco, entonces movió sus influencias y logró que el Visir lo condenara a ser golpeado, perder el dinero y ser exiliado de la ciudad, al anochecer, mientras estaba afuera, unos chacales se lo comieron.

El califa mandó engastar el diamante en un turbante, y así de excéntrico como era (no olviden las mil y una noches), se fué a los arrabales a buscar diversión, encontró a unas mujeres hermosas y en el fragor de la conquista entraron unos hombres y le quitaron sus pertenencias, después lo sacaron y amenazaron con matarlo si no se iba.

A la mañana siguiente le dijo al visir que se encargara del asunto, a los cuatro días los hombres estaban empalados con las celosías de la casa en la que le robaron al califa y las mujeres fueron esclavizadas, el diamante se perdió en la trifulca.

Algún tiempo después lo encontró un filósofo griego llamado Euphatos, desconfiando del nuevo califa lo escondió y se lo llevó a Constantinopla, donde lo llamaban sus estudios.

En el camino cayó prisionero de una avanzada bizantina que lo llevó ante el emperador Nicéforo que en esos tiempos estaba de campaña contra los búlgaros, lleno de temor y bajo la acusación de ser un espía, el filósofo le ofreció el diamante con tal de salvar la vida, el emperador, conquistado por la gema, estaba dispuesto a darle grandes riquezas a cambio, pero este le solicitó únicamente su libertad.

Nicéforo engastó el diamante en una espada y Euphatos fué a ver a Crunno rey de los búlgaros, le dió toda la información necesaria para tenderle una emboscada, Crunno venció a Nicéforo y al final engastó en plata el cráneo del emperador para usarlo como copa.

Euphatos se retiró a una casita del campo con los regalos del rey y no se supo más de él.

Durante el asalto al campamento del emperador, un maniqueo robó la espada, le quitó el diamante y la mostró a la camarilla de Nicéforo, los ocho hombres que la componían codiciaron el diamante pero fingiendo respetar el recuerdo del emperador estuvieron de acuerdo en entregársela en una cajita a un joyero armenio diciéndole que eran las muelas de Nicéforo que lograron rescatar del platero de Crunno.

Pues que todos se querían matar para quedarse con la joya, el armenio y el maniqueo conspiraron para poner veneno en el vino de un banquete que prepararon, pero cuando el joyero se distrajo el maniqueo envenenó su copa y previamente el armenio había hecho lo mismo.

Los dos escaparon de la fiesta pues el vino haría efecto algunas horas después. Estaban en un lugar remoto esperando cada uno a que su compañero muriese cuando se dieron cuenta de sus respectivas traiciones, empezaron a luchar y murieron abrazados como los mejores amigos.

Atraídos por el olor de la sangre los animales feroces se comieron los restos de los hombres, la bestia que se comió una costilla del armenio también engulló el diamante y por acción del veneno fué a morir en su guarida.

Muchos años después un pastor que buscaba a dos ovejas perdidas entró en la cueva y halló el diamante, mirándolo con desprecio se decía a sí mismo que aunque probablemente valiese una fortuna hubiera preferido encontrar a sus ovejas, escuchó un balido y también las halló.

Ya en su casa le regaló la joya a su hija, una bella muchacha llamada Teodora (¿por qué siempre tienen que ser bellas?).

Ella respondió: ‘Creo que vale mucho, pero valen más nuestros corderitos’

‘Eres digna hija de tu padre, con el valor de esta gema podrías ser muy rica pero quizá no serías tan feliz, la inocencia y la paz de una vida retirada valen más que todos los tesoros del mundo’.

En esos tiempos reinaba en esas tierras Andrónico I que aún en su vejez no dejaba en paz a las mujeres y no le importaba si eran casadas, vírgenes, adultas o niñas, un día encontró a Teodora y la llevó a su palacio a pesar de sus ruegos.

Cuando el padre regresó, cayó sin sentido luego de enterarse que el emperador la había raptado. Ya repuesto de la tristeza inicial empezó a maquinar el medio por el cual librar a su hija del cautiverio, vendió sus posesiones y se mudó a Constantinopla, un año pasó y ya era líder de una conspiración que estaba infiltrada hasta el palacio real, aunque un hombre llamado ‘Isaac el Ángel’ era el jefe de cara al pueblo.

Teodora había logrado imponer cierto respeto en los ánimos del monarca de manera que no le hizo nada malo y, despreciando la gema se la entregó fácilmente.

El primer día en que el emperador se puso el anillo en el que había engastado el diamante la rebelión estalló y fué apresado y algunos días después, el 15 de septiembre de 1185 fué ejecutado.

Entonces Rugiero suspendió su relato para dejar descansar a sus oyentes, pero éstos, hipnotizados por la historia del diamante, se veían acompañando al fastuoso sultán, al fiero rey de los Búlgaros y a la ejecución de Andrónico y no querían dejar de escuchar la historia del fistol.

Entonces sucedió el lance mencionado en la entrada anterior y vuelven a amigarse, para esos momentos llegó el teniente Valentín, amigo de Manuel y aligeró aún más los ánimos, Rugiero suspende su historia y en cambio les revela la identidad del diablo.

La filosofía del diablo

Rugiero empieza a hablar de los clásicos latinos, de los emperadores romanos que eran los primeros en afilar el puñal y preparar el veneno.

Ya fuera para el amigo, para el hermano, para la madre misma, y que después de ser derrocados y de llenar la tierra de sangre eran deificados en un templo para que la población que asolaron los adorase.

Pues, amigos míos, el diablo está en todas partes, tiene diferentes formas, […] y los pueblos, sin haber jamás ni aún pensado en el enemigo, sufren las más grandes vejaciones. y a veces los más acerbos martirios [por él].

Rugiero

Rugiero dice que aunque en apariencia es un comerciante italiano que compra, vende, que se arroja al peligro y que fuma buenos puros, su vida en realidad es muy distinta de lo que parece.

Una vida de muchos siglos en la que ha personificado a cuantos caracteres notables se han desarrollado en la gran tragedia humana.

El fué Caín, Calígula, Cómodo, Heliogábalo y un largo etcétera.

Se divirtió quemando cristianos, también quemando paganos, en el norte fué Alarico, Atila, Enrique VIII, mientras que en el sur fué amigo de los papas, también su enemigo, lo mismo que de Lutero, fué Felipe II de España, y en resumen, se declaraba ser el mismo Mefistófeles.

Arturo intentó replicar con algunas divertidas alusiones a lo dura que era su crítica a la humanidad, siempre funesta hasta para su propia existencia.

A lo que Rugiero respondió con las palabras: “¿Qué podía ni qué puedo hacer, cuando en todos los pueblos, bandadas de gentes se precipitan al mal?”

Todos sus oyentes ya sin ánimos de responder cavilaban tristes reflexiones causadas por la amarga filosofía del diablo.

Rugiero concluyó entonces su discurso diciendo:

“Conque, amigos míos, os he contado todo lo que queríais saber; y en lo de adelante, si no sabéis quién soy, si no me conocéis cuando os he abierto mi corazón y contado mi larga vida, culpa será vuestra y no mía … pronto nos veremos en México, donde en breve pasarán escenas de grande interés”.