El fistol del diablo – diario de lectura (parte 7)

Imagen destacada de reseña y resumen de el fistol del diablo

Esta es la séptima entrada de una serie de resúmenes y comentarios sobre El fistol del Diablo de Manuel Payno, puedes encontrar el resumen general del libro en la entrada: Resumen y comentarios finales de El fistol del diablo

Ufff, la semana pasada las cosas se pusieron épicas en serio, Arturo y Aurora por fin se habían reencontrado y jurado amor eterno (¡además se dieron un beso! :o).

Había estallado la guerra civil conocida hoy día como ‘La rebelión de los polkos’ (es que el nombre está curioso jaja) y en resumen las tropas del gobierno de Santa Anna y Gómez Farías iban a sofocar la revuelta de la clase acomodada.

Arturo escuchó las calumnias de D. Francisco que aseguraba haber estado con Aurora (ya sabes qué quiero decir con ‘estado’) y después de darle un golpe que lo dejó escupiendo sangre, lo retó a un duelo a muerte.

En eso estaban cuando llegó el líder de la guardia a imponer al comandante Arturo de sus nuevas órdenes: resistir la carga de las tropas del gobierno.

Consecuencias de la batalla (capítulos LI y LII) [Spoilers]

Arturo se puso en la línea frontal de la batalla dispuesto a hacerse matar con tal de no soportar más la tristeza que embargaba a su corazón.

Peleó con valor lo mismo que Josesito y la tropa a su cargo. Su posición no cayó, y el general Santa Anna entró en la ciudad poco después, pacificando ambos bandos y poniendo fin al conflicto.

Teresa estaba considerando esas cosas cuando llegó el doctor Martín a la tercera velada, allí el clérigo inquirió por Arturo, ella no sabía mucho de su amigo, solo que estaba realmente abatido y que deseaba estar solo, entonces le preguntó al padre si sabía del motivo de esa tristeza.

Velada tercera

El doctor relató entonces la visita que hizo a Aurora cuando la guerra había terminado, le había llegado una carta en la que Arturo le recriminaba fuertemente, reclamando que había esperado a verlo en la ruina para así poder comprarlo con su dinero (usó expresiones muy feas :c).

Después de leer estas duras e injustas palabras Aurora cayó como fulminada por un rayo.

Teresa estaba desesperada por limpiar el nombre de su querida amiga y convenció al padre de ayudarle a desmentir las calumnias del prostituido D. Francisco.

Josesito llegaba y recibió una reprimenda de Teresa por prestarse como testigo del duelo, cosa que deseaba evitar a toda costa.

Aunque no hizo falta pues D. Francisco les había dejado una carta en la que se excusaba con un pobre motivo, tanto sus testigos como los de Arturo montaron en cólera dispuestos a matar a bofetadas a semejante cobarde pero encontraron que había huido con el batallón que se dirigía a Cerro gordo.

Valentín y Manuel por su parte no tuvieron parte en la guerra civil pues se sospechaba de ellos debido a sus relaciones con la alta sociedad, cuando terminó el conflicto fueron llamados por el general en jefe Santa Anna y fueron ascendidos, ahora eran Manuel el teniente coronel y Valentín el general de brigada.

El principio del fin (capítulos LIII a LVII) [Spoilers]

Pasaron varios meses y Aurora estaba repuesta pero convaleciente, Arturo se había dado a la bebida y Teresa sufría por que el artífice de su actual felicidad, sufría grandemente por su aún amada Aurora.

La batalla en cerro gordo fué un desastre y el ejército nacional se tuvo que retirar dejando el camino abierto a los norteamericanos para entrar en la capital, D. Francisco murió miserablemente al incitar al desorden e intentar huir, la batalla fue en abril de 1847, pero los hechos ahora narrados sucedían en agosto.

Batalla de Cerro Gordo, pintura de Carl Nebel
Batalla de Cerro Gordo, pintura de Carl Nebel

Veladas cuarta y quinta

En la cuarta velada Teresa logró convencer a Arturo de no beber más, que se comprometió a no hacer nada más que su voluntad.

En la quinta velada Josesito sugirió que los casamientos de sus amigos, se llevasen a cabo en esos breves días de calma que no tardarían en terminar.

Si no fuese por los consejos de Teresa y por la sincera amistad que me liga con ustedes, yo habría evitado a los americanos el trabajo de meterme una bala en la cabeza.

Arturo

A la mañana siguiente toda la familia asistió a la iglesia del padre Martín, y allí se casaron Bolao con Carmela y Joaquín con Elena.

Teresa y Manuel estuvieron a nada de casarse también, pero la romántica doncella estaba convencida de que tan pronto lo hicieran, Manuel moriría en combate, una mirada de entendimiento entre los dos enamorados hizo innecesarias las palabras y se dirigieron a la casa de Florinda.

Los hombres tenían pendientes sus asuntos de guerra, pues los espías habían informado que los norteamericanos ya estaban a las puertas de la ciudad, algunas horas después Bolao llegó a la casa de Florinda para llevarlas a ver el pase de lista de las fuerzas nacionales en El Peñón viejo (según google maps al oriente de la ciudad, en el libro se mencionan varios cerros de tezontle (es una piedra roja de origen volcánico muy usada para pavimentar) así que posiblemente estuvieran cerca del cerro de Chimalhuacán).

El pase de lista (y la naturaleza del mexicano lol)

Allí estaba toda la sociedad capitalina y D. Mariano, el filósofo de Jaumabe había establecido su cantina y estaba muy contento vendiendo sus mercancías a precios exorbitantes.

Y tan pronto reconoció a nuestras heroínas y a Bolao les rogó tomar asiento en su improvisado establecimiento.

Entonces pasaron los batallones. El general Santa Anna con su estado mayor (incluidos Manuel y Valentín) y los regimientos de la guardia nacional donde Josesito era capitán acompañado por Arturo y Joaquín, también iban los osados regimientos de guerrilleros, la mayoría de los cuáles eran bandidos que se habían vuelto patriotas dispuestos a dar la vida por su país, entre ellos Culebrita y sus amigos junto al valiente Blas ‘Ojo de pájaro’ Contreras.

El ambiente estaba cargado de algarabía y fiesta, los hombres bebiendo y las señoras conversando, todos luciendo sus mejores prendas y los soldados en traje de gala.

Un mundo curioso, entusiasmado, como si fuese á una romería, se movía con el objeto de ver el campamento de los guardias nacionales, y de abrazar á sus deudos y amigos antes que comenzase la terrible embestida de las tropas enemigas.

La multitud en el Peñón Viejo

Velada sexta

La revista militar terminó y los valientes lograron escapar de sus obligaciones para ver a las bellas (lol), la estaban pasando muy bien allí en la fonda de D. Mariano.

Que por cierto iba acompañado de su esposa y la hermana adoptiva de Carmela (no murieron en el incendio, por lo visto nadie muere de verdad en esta historia XD).

Estaban recibiendo felicitaciones por sus matrimonios, saludando a los amigos, y recibiendo los abrazos de Blas y los guerrilleros (esto cuenta como la sexta velada).

Cuando un elegante hombre montado en silla inglesa y vestido con gran sobriedad bajó a saludarlos: Rugiero en persona.

Le dijo a cada personaje cosas alusivas a sus asuntos y confirmó que viajaba con los estadounidenses, buscaba firmar la paz y aprovechaba su amistad con los generales invasores para eso, justo iba en camino a una reunión entre los mandos de ambos ejércitos.

Cuando terminaron sus negocios todos fueron a la quinta para celebrar el banquete de bodas.

Velada séptima, última reunión general

Arturo estaba más sereno y mejoró notablemente de humor al ver entre los invitados a Apolonia, Elena y Margarita (no olvidemos que eran amigos desde la tertulia de Aurora).

Dato random es que Apolonia se iba a casar con un tal D. Francisco (lo detesto lol), las señoritas alarmadas por su amiga no vieron necesario advertirle debido a la muerte del calumniador, la Jalapeña estaba menos triste debido a la feliz coincidencia de ver a su viejo amor.

El doctor Martín observaba con enojo a esa voluble pareja, y cuando se marchaba le dijo a Teresa que Aurora estaba totalmente restablecida y esperaba profesar en el convento de Balvanera en pocos días, cosa que se aceleraría si como Rugiero estimaba, la paz se firmaba en pocas horas.

Teresa estaba convencida de que esa era una decisión muy desatinada para todos, incluido Arturo, el doctor había hecho todo lo posible por disuadir a Aurora, pero ella, tan orgullosa como bella, dijo que jamás lo perdonaría, pero sobre todo que él no la amaba, al menos no tanto como a la novicia de la caridad, cosa al doctor le parecía muy cierto, Arturo era capaz de hacerse matar por una mujer un día y de reír por ella y olvidarla al siguiente.

Teresa iba a responder cuando todos los caballeros se presentaron para despedirse pues debían ir a sus respectivos destacamentos.

meme de Arturo, resumen de el fistol del diablo
Cien por ciento

La guerra llega a la capital (capítulos LVIII a LXIV) [Spoilers]

Bolao fué el único que se quedó, pues no era parte de ningún cuerpo y como administrador de Teresa, Manuel le había pedido que la protegiese auxiliado por el soldado Martín.

Había anochecido y el español dormitaba en el mirador de la quinta cuando divisó un grupo de caballería con hombres y caballos tan grandes como nunca había visto.

Era Rugiero con una escolta norteamericana, que quiso pasar a saludar y advertir a los amigos del fracaso de las conversaciones de paz. Teresa había despertado por los ruidos y escuchó la terrible noticia, muy abatida por la amenaza de que Manuel y sus amigos muriesen, entonces se desvaneció en un sillón que había por ahí.

Rugiero le entregó un salvoconducto con el que los invasores les habrían de respetar y se despidió deseándoles buena suerte, agregando que iba a reunirse con Santa Anna para convencerlo de capitular.

La entrevista que voy á tener no la sabrá nadie, nadie, más que Dios y el diablo, y si se pregunta á los jefes de ambas fuerzas, la negarán. La historia nada sabrá de esto, nada dirá, y será necesario que alguno que tenga tratos y una cierta amistad con el diablo, la refiera con pretexto de un capítulo de novela, para que, pasados los años, llegue á saberse, y aun así no la creerán…

Rugiero

Derrota en Padierna

Eran días cercanos al 19 de agosto de 1847, y ambos bandos se habían enfrentado en la que sería conocida como la batalla de Padierna, las escaramusas no se habían hecho esperar y las monjas del convento de la caridad asumieron el papel de enfermeras de guerra, entre ellas destacaba Sor. María de las Nieves que sin miedo a las balas y metralla, había salvado muchas vidas.

Sor. María no era otra que Celeste. Después de agradecer las atenciones de Florinda se recluyó en el convento de la caridad y adoptó al turco y al perro del padre Anastasio, el buen hombre la iba a visitar muy seguido y la mantenía informada de lo que pasaba con la guerra y sus amigos, incluido su siempre amado Arturo.

Ahora tenía que prepararse pues una cruenta batalla habría de acaecer en el sur de la ciudad y ella había sido solicitada por el doctor en jefe para asistirle en las labores de salvamento.

Mientras tanto, a la mañana siguiente de la visita de Rugiero, Bolao salió a explorar la ciudad y se enteró de la derrota en Padierna, que Josesito había caído prisionero y que Joaquín el galante esposo de Elena había muerto, por otro lado Manuel y Valentín parecían estar bien.

Decidido a confirmar de primera mano el bienestar del capitán fué en su búsqueda a Churubusco, que es donde parecía que estaba Santa Anna.

Allí encontró a Arturo y a D. Mariano el filósofo, juntos vieron al general en jefe ordenarle al célebre general Anaya que defendiera el fuerte que (de nuevo) era un convento hoy conocido como el museo de las intervenciones.

Batalla de Padierna, pintura de Carl Nebel
Batalla de Padierna, pintura de Carl Nebel

La defensa de Churubusco

El objetivo era que contuvieran al enemigo lo suficiente para cubrir la retirada del ejército al interior de la capital y así ganar tiempo para preparar la defensa.

Anaya contestó: “Se hará así”, aunque apenas tenían una pequeña pieza de artillería y escaso parque, Manuel solo pudo excusarse con el general y se incorporó a la columna que iba en retirada a la capital, dejando solos a los bravos hombres que habrían de combatir en la Batalla de Churubusco.

Arturo, la guardia nacional (algunos consideran esta batalla la redención de los polkos), el batallón de San Patricio (son famosos los desertores irlandeses que se unieron a las filas nacionales, hay películas y todo de ese asunto), los piquetes de Tlapa (españoles residentes de la capital que decidieron defenderla también), los hombres de Anaya y el mismo Bolao se aprestaron para la batalla.

Parece más bien una venganza ó una gran infamia, pero este general Anaya parece de cartón. Un sólo músculo no se altera de su cara de pambazo. Es un verdadero héroe, y por lo que á mí toca personalmente, lo mismo me da una cosa que otra,—(era su refrán),— pero hay aquí soldados cargados de familia.

Arturo

La toma del convento le costó cara a las fuerzas invasoras, que fueron rechazados repetidas veces, pero la superioridad numérica y de armamento terminaron por hacer inevitable la derrota de Anaya y sus hombres.

Negandose a caer prisioneros, varios soldados de la guardia nacional comandados por Peñuñuri y Martínez de Castro cargaron con espadas y bayonetas tirando y acuchillando a los enemigos. Muy pocos de ellos sobrevivieron.

Cuando el general Worth se presentó a recibir la fortaleza, miraba con admiración al puñado de ciudadanos y soldados que pusieron fuera de combate a muchos de sus hombres, entonces se le ocurrió preguntar dónde estaba el repuesto de parque.

Anaya se acercó al intérprete y dijo: “Dígale usted que si hubiéramos tenido parque, no estaría él aquí”.

Worth saludó al general y ordenó que él y sus oficiales conservaran sus espadas.

Entrada al convento de Churubusco
Entrada al convento (nótese el cañon :o)

La última boda (T.T)

Cuando pudo salir de la acción, antes de que el el convento cayera, Bolao había ido al hospital de campaña a saludar al doctor en jefe, donde se encontró al padre Anastasio y a Celeste y desde allí observaron la batalla.

La noche había llegado y acompañó a la ambulancia a buscar supervivientes en las inmediaciones del convento.

Estuvieron buscando entre las milpas (terrenos de cultivo de maíz) por cerca de media hora y encontraron a varios cadáveres que indicaban gran arrojo en los combatientes de ambos bandos.

Entonces los perros de Celeste comenzaron a aullar.

Habían encontrado a uno de los jóvenes oficiales de la guardia nacional, estaba en una especie de casucha con el rastro de un balazo en el pecho, cerca del corazón.

El doctor revisó sus signos vitales y encontró que estaba vivo, pero el más leve movimiento podría mover la bala de tal forma que la muerte sería segura, decidió realizar una cirugía y para ello pidió la asistencia de Celeste.

Ella trabajaba con eficiencia, haciendo presión en la herida, limpiando de sangre el pecho del oficial, haciendo todo lo que estaba en su poder por salvarlo cuando vió su rostro. Con gran dominio de sí misma no dió un grito ni dejó de atender la herida, Arturo estaba desangrándose en sus brazos y ella estaba a punto de caer muerta sobre el cadáver del que adoraba.

La operación fué todo un éxito y algunos minutos después Arturo volvió en sí para verse sobre las rodillas de la que había robado su corazón esa noche en la que usó por primera vez el fistol de Rugiero.

Con la voz entrecortada solo atinó a tomar entre sus manos las de Celeste y le pidió, como si fuera su último deseo, que se casara con él.

El padre Anastasio, con mucho cariño intentó disuadirlo diciendo que cuando estuviera repuesto habría tiempo de sobra para eso, pero terminó cediendo como impulsado por una fuerza sobrenatural, bendijo esa unión que se celebraba en las puertas de la eternidad y Celeste, que no pudo dominar más su naturaleza, cayó sin sentido junto al cadáver de Arturo (¿oye qué?, ¿acabo de leer la palabra CA-DÁ-VER?).

De nada sirvió la operación, que salió como yo no esperaba, las pasiones, amigo mío, hacen más estragos que las balas. ¡Qué historia! ¿quién había de pensarlo? ¡Si Sor María se queda en su convento!… yo tengo la culpa, yo la pedí… pero ¿quién había de pensar en estas cosas tan extrañas?… ¡Muertos, muertos!…

El doctor Guijarro.

Justo en esos momentos apareció Rugiero en escena con un carro tirado por briosos y atemorizantes caballos que lucían como salidos de los infiernos.

Luego de ver la escena se ofreció a llevar a los trágicos amantes al hospital de la caridad, mientras aseguraba que no estaban muertos, a lo que el doctor y el padre accedieron.

Así, los amantes desaparecieron abrazados hasta el final, fundiéndose en la oscuridad de la noche.

Velada octava

Bolao regresó a la quinta al amanecer, intentó pasar desapercibido para no tener que dar cuenta de lo que había visto pero Teresa y sus amigas lo estaban esperando, allí tuvo que relatarles todo lo que vió.

Teresa se dejó caer en un sillón abatida, y Apolonia, la bella jalapeña, empezó a reír sin parar, a carcajearse sin control, con los ojos desorbitados y lágrimas brotando de ellos a raudales, tardó largo tiempo sin hacer otra cosa (esto antecede a la creación del Joker por al menos cien años haha).

En algún momento del día llegaron Manuel y Valentín para imponerse de los hechos y ver a sus amadas. Cuando se enteró de la muerte de Arturo se sintió grandemente afectado, su amigo al que amaba más que a un hermano y que había sido su compañero en intereses, amores y aventuras ya no estaría allí y la idea le aterraba.

Bolao se había enterado que los amantes nunca llegaron a la caridad, y el padre Anastasio se había propuesto saber de su protegida aunque fuera lo último que hiciera.

Aunque el armisticio se había firmado, todos concordaron en que lo mejor sería ir cerca de la ciudad, así que se decidió la separación y dispersión de la familia de la quinta.

Bolao habría de conducir a Celestina, Carmela, Apolonia y Mariana a San Ángel e instalarlas en una casa, avisando a Josesito que prisionero de los norteamericanos les servía de intérprete, después volvería para hacerse cargo de la quinta tomando cuantas precauciones fueran posibles para la seguridad de Teresa que no quiso moverse de allí.

Pasaron pocos días y aunque había esperanzas de paz, una mañana en que Teresa, Bolao, Manuel y Valentín desayunaban con desgano, las campanas de la catedral sonaron de manera distinta, entonces llegó un ayudante para informarles que la guerra se había reanudado.

La caída de la capital

Los norteamericanos decidieron atacar el Molino del Rey donde suponían que existía un gran repuesto de pólvora.

El combate fue reñido pero el valor y muerte de los generales León, de Balderas, de Gelaty y de sus tropas, no impidieron la completa derrota, y los restos del ejército del Molino se replegaron al castillo de Chapultepec, guarnecido por los muchachos del colegio militar.

Los mexicanos, como sus padres los españoles, son incansables en la guerra. Los derrotan hoy, y al día siguiente aparecen luchando otra vez como si nada les hubiese sucedido.

Manuel Payno

Allí sucumbieron el general Xicoténcatl con su batallón y similares muestras de valor se sucedieron por todas partes de la ciudad en la que hubiese norteamericanos.

Manuel lideraba a quinientos caballos y Valentín a otros tantos hombres, cuando una bala de cañón cayó cerca y partió en dos a Valentín, Manuel bajó del caballo en auxilio de su amigo que no volvió a abrir los ojos.

Bolao fue testigo de todo esto pues había salido a explorar, volvió a la quinta y enteró a Teresa.

Algunas horas después se firmó la paz seguido de un hurra de las tropas invasoras y un rugido de venganza del pueblo.

La población civil que se rehusaba a aceptar la humillación, atacaba al enemigo con lo que tuviera a mano, auxiliados por la guardia nacional y algunos rezagados del ejército, empezaron a hacer una guerra de guerrillas urbana.

De nuevo Bolao salió a explorar y se cruzó con Rugiero, le preguntó por Arturo y Celeste a lo que replicó “Esos dos están en mejor lugar que el infeliz de D. Pedro, pero ya habrá tiempo de hablar de eso, mientras tanto saque a Teresa de la quinta que allí corre grave peligro”

Batalla de Molino del rey
Batalla de Molino del Rey

La huida

Bolao urgió a Teresa a salir de la quinta, debido a que los nacionales habían roto el armisticio y las tropas norteamericanas iban a saquear y hacer gran cantidad de desmanes en toda la ciudad so pretexto de ello.

La bella prometida de Manuel no replicó y tomó algunas cosas, subió al carruaje que tenía listo Benito, el antiguo cochero de Aurora y dejaron encomendado el hermoso castillo de las alegres veladas al cuidado del fiel y esforzado Martín que ya no temía al diablo.

Las escaramuzas se extendieron por la capital pero Bolao y Teresa habían logrado evitar cualquier conflicto, estaban cerca de la casa de Florinda cuando un grupo de la contraguerrilla los asaltó (la contraguerrilla eran hombres que aceptando el pago norteamericano, cazaban y ejecutaban a cuantos espías y guerrilleros nacionales pudieran).

Un maleante tomó a Teresa listo para robársela y aunque le hubiera sido muy fácil a Bolao matarlo eso los condenaría a todos, así que les ofreció dinero con tal de dejarlos ir, estaban a punto de dispararle cuando la guerrilla de Culebrita apareció y atacaron a los traidores (¡eso!).

Teresa aprovechó para desembarazarse del cadáver del hombre que la quería robar y corrió hacia a la casa de Florinda sin que Bolao la pudiera alcanzar.

Entonces uno de los mercenarios norteamericanos, un gigante de barba roja y feroces ojos azules se apoderó de ella, le arrancó su relicario de diamantes con el retrato de Manuel, le desgarró las orejas para apoderarse de sus pendientes y concluyó por cogerla en brazos como si fuese una niña.

Los esfuerzos desesperados y los gritos de Teresa eran inútiles. Al doblar una esquina, el gigante monstruoso cayó como una masa pesada y Teresa encima de él. Una bala disparada desde un balcón le había destrozado el cerebro.

Teresa se levantó y siguió corriendo hasta la casa de Florinda, subió la escalera, con los ojos llenos de terror, sin aliento y casi desnuda. El portón estaba abierto y los gritos dolorosos de Florinda, Elena y Margarita se escuchaban hasta la calle, Elena acababa de recibir la última carta de Joaquín, Luis estaba moribundo y Manuel, herido y conteniendo la sangre con sus manos había logrado llegar a la casa y caer en el lecho de Florinda.

Teresa recorrió sin hablar a nadie las recámaras hasta que fué a caer sobre el cuerpo exánime de Manuel.

Esto ocurría del 13 al 14 de septiembre de 1847

Velada sangrienta

Cuando el parque se terminó y el mando supremo había huido (Santa Anna se fué a Puebla), la ciudad se rindió y las tropas de línea norteamericanas restablecieron el orden, labor en la que el ayuntamiento ayudó mucho, pero los voluntarios del norte (léase mercenarios) eran incorregibles, estaban derramados por las afueras de la capital y asaltaban ranchos, casas y calzadas.

La media noche del 16 de septiembre de 1847 un grupo de quince o veinte salvajes tomaron por objetivo la apacible quinta de Teresa y Manuel.

Martín, dos mozos y cuatro ordenanzas a los que les faltaba bien un brazo, un ojo o una pierna hicieron una heroica defensa y mataron a varios de los temibles invasores, pero fueron vencidos.

Al amanecer, los enemigos que habían robado y saqueado el otrora elegantisimo y refinado castillo se retiraban por órdenes del afamado capitán Mein-Reid.

El círculo se cierra [comentario]

Así termina el libro, con el saqueo del hogar de los enamorados y de sus amigos.

Con la muerte de la mayoría de los guerreros y un oscuro futuro para las doncellas.

No te culpo si también estás roto por dentro jaja.

De todos los personajes, me parece que el final de Arturo es el más completo.

En el capítulo I Arturo ofreció su alma a cambio de tener éxito en el amor. Y muchas mujeres lo amaron de diferentes formas, Aurora, Teresa, Celeste, Apolonia.

Despues de grandes aventuras y desengaños, después de haber viajado, peleado y disfrutado del amor, es llevado a las sombras por Rugiero, el diablo, acompañado por Celeste, la imagen de una santa.

Así se cierra el cíclo que dió inicio a todos los eventos narrados en el libro, así termina ‘El fistol del diablo’.

Perooooooo, aún nos falta el epílogo, la próxima y última entrada dedicada a esta historia va a tratar de eso y será publicada el 30 de mayo, ¡Hasta más ver!.

meme de hombre llorando en el suelo
‘Esos dos están en un mejor lugar que D. Pedro’ – Rugiero