Guía para leer a Horacio Quiroga

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Considerando que tenemos ya varias reseñas dedicadas a don Horacio Quiroga, pareció apropiado escribirle un modesto ensayo que también sirva como guía de lectura.

Vamos a considerar el Uruguay de principios del siglo XX, las corrientes literarias que influyeron a Quiroga, su obra y su legado.

La Suiza de América (contexto geopolítico)

El territorio que ocupa Uruguay era habitado por un conglomerado de naciones hoy conocidas como ‘Charrúas’.

Fue objeto de discusión entre Portugal y España durante la época colonial, entonces formaba parte del Virreinato del Perú, y luego del Virreinato del Río de la Plata.

Después de varios años de conflicto por fin se establecieron los límites actuales entre Brasil y el Virreinato del Río de la Plata.

Así, luego de La revolución de Mayo se estableció el actual Uruguay.

Después de un periodo de inestabilidad, para finales del siglo XIX el país había completado su organización y alcanzó altos niveles de bienestar. Debido a esto, Uruguay comenzó a ser conocido como “La Suiza de América”.

De este breve comentario sobre la historia del Uruguay encontramos que su destino estuvo siempre ligado al de Argentina.

Este mismo sentimiento de hermandad también aplica a la literatura como veremos en las siguientes secciones.

Mapa de Uruguay
Mapa de Uruguay

Contexto literario

Brevísima historia de la literatura en el Río de la Plata

La historia de la literatura en esa parte del mundo es objeto de estudios notables que exceden los alcances de la entrada. Pero podemos decir que el siglo de oro y toda la literatura de España tuvo una influencia notable en los escritores americanos.

Cuando las naciones modernas se formaron en el siglo XIX, también se hicieron esfuerzos por diferenciar la nueva cultura nacional de la española.

Apareció la novela costumbrista en sus avatares latinoamericanos: la novela de la pampa, de la sierra, de la selva, las épicas nacionales, la poesía inspirada en el terreno agreste de las Américas.

Surgieron también las ‘novelas de la tierra’, en las que los autores buscaban reforzar su nueva identidad cultural estudiando el folklore, las peculiaridades lingüísticas, creencias y mitos de sus territorios.

Al mismo tiempo grandes maestros publicaban sus obras cumbre en Europa, creando movimientos como el Romanticismo, el Realismo y el Naturalismo.

En este contexto, Edgar Allan Poe publicó su obra. Que probablemente llegó al mundo hispanoamericano a finales de la década de los 1860 a partir de las traducciones de Charles Baudelaire o ediciones en Inglés que lograron cruzar los ocho mil kilómetros que separan a Boston de Argentina y Uruguay.

fotografía de Edgar Allan Poe
Fotografía de Edgar Allan Poe

Leopoldo Lugones, fundador de la literatura moderna en el sur

A finales del siglo XIX y principios del XX el movimiento Modernista estaba en su apogeo. Liderado por Rubén Darío, llegó hasta las vecindades del Río de la Plata, área en la que los modernistas adoptaron a Poe como su ‘Poeta-Profeta’.

John Englekirk asegura que la mayoría de ellos fueron influidos directa o indirectamente por Poe, con una predilección por su poesía.

En Argentina, el más notable de los modernistas fue Leopoldo Lugones. En su poesía, narrativa y ensayística se encuentra una fuerte línea ‘Poesca’ (jaja, que mala palabra).

Publicó ‘Las fuerzas extrañas’ en 1906. Una colección de cuentos en la que no es que repita los personajes, entorno y tramas de Poe, mas bien busca generar efectos de horror y desagrado similares, evocando los matices pseudocientíficos y las descripciones rigurosas de Poe.

La afinidad de Poe con Lugones sirve como puente entre los modernistas hispanoamericanos y la tradición literaria de Poe y su línea romántica/naturalista. Al mismo tiempo presagiaba los contenidos de la ficción Argentina y Uruguaya que tendrían lugar durante el siglo XX.

Parte esencial de esta oleada de escritores modernistas del nuevo siglo es el discípulo y amigo de Lugones, Horacio Quiroga.

fotografía de Leopoldo Lugones
Fotografía de Leopoldo Lugones

Vida y obra de Horacio Quiroga (microbiografía)

Primeros años

Nacido en Salto, Uruguay en 1878, hizo sus estudios en Montevideo, mostrando interés por la literatura desde muy joven.

Fundó varios grupos literarios de gran popularidad entre los intelectuales de la ciudad.

En 1901 logró publicar ‘Los arrecifes de coral’, libro de poemas, cuentos y prosa lírica, con dedicatoria a Lugones.

Poco después un amigo suyo llamado Federico Ferrando iba a batirse con un periodista que le había hecho malas críticas. Quiroga se ofreció para inspeccionar el arma, se le escapó un tiro por accidente que alcanzó a Ferrando y lo mató.

Esto lo llevó a disolver su grupo, y fue a vivir a la Argentina con una de sus hermanas, allí habría de madurar como escritor y dedicarse a la docencia con ayuda de su cuñado.

Madurez literaria

En Argentina trabó amistad con el admirado Leopoldo Lugones y lo acompañaría a una expedición a la provincia de Misiones como fotógrafo, dicho sea de paso una afición en la que era especialmente hábil.

Se enamoró de la selva y a su regreso se dedicó al cuento con pasión. Publicando en 1904 ‘El crimen de otro’, su primer libro de relatos, con fuertes influencias de Poe y Lugones. Recibió buenas críticas.

En 1906 decidió volver a la selva y compró una Chacra en Misiones. En 1908 ya estaba listo para mudarse, enamorado de una de sus alumnas (lol) logró casarse con ella, llevándola a su nueva aventura.

Allí daba clases, era Juez de Paz y criaba a sus hijos con severidad, entrenandolos para la vida agreste de la selva.

Su mujer se suicidó en 1915 comiendo un sublimado de químicos usados en la fotografía.  Poco después regresó a Buenos Aires y con ayuda de algunos amigos comenzó a trabajar en el consulado Uruguayo. En ese periodo publicó ‘Cuentos de amor de locura y de muerte’ (1917), ‘Cuentos de la selva’ (1918) y ‘El salvaje’ (1919).

Ya con fama y menos problemas económicos se volvió a casar con una compañera de curso de su hija en 1927, mientras trabajaba en multitud de revistas y sociedades literarias de Argentina y Uruguay.

En 1932 regresó a Misiones por última vez con su esposa, pero el gobierno Uruguayo lo despidió. Gracias a la intervención de Enrique Amorim y otros amigos, obtuvo una pensión del gobierno Argentino. Su vida familiar era bastante mala, llena de conflictos y discusiones. En esta época de frustración publicó ‘Más allá’ (1935), en un esfuerzo por explorar nuevos estilos.

fotografía de las cataratas de Iguazú
Cataratas de Iguazú en Misiones

Últimos años

Pocos años después Quiroga comenzó a sentirse muy mal, al empeorar su salud su esposa logró convencerlo para salir de la selva y visitar a un médico, a pesar de esto, lo abandonaría definitivamente algún tiempo después.

Cuando su estado se volvió intolerable, Horacio fue a Buenos Aires, donde se descubrió que tenía un avanzado cáncer de próstata.

El 18 de febrero de 1937 los médicos lo enteraron de su estado terminal. Al ser internado,  se había enterado de que en los sótanos se encontraba encerrado un desventurado paciente con espantosas deformidades. 

Compadecido, Quiroga exigió y logró que el paciente —llamado Vicente Batistessa— fuera libertado y se le alojara en la misma habitación. Batistessa se hizo su amigo y rindió adoración eterna al escritor.

Horacio le confesó que se adelantaría al cáncer y abreviaría su dolor (como vió a su padrastro hacerlo cuando era un adolescente), Batistessa se comprometió a ayudarle. En la  madrugada siguiente (19 de febrero), tomó un vaso lleno de cianuro frente a su amigo, muriendo pocos minutos después.

Horacio Quiroga junto a su segunda esposa
Horacio Quiroga junto a su segunda esposa

El Edgar Poe de Latinoamérica (comentarios de su obra)

Lugones había sentado las bases de la literatura moderna en Argentina (el 13 de junio es el día del escritor, en homenaje a su natalicio). Quiroga siguió sus pasos, influyendo grandemente en muchos escritores que le sucedieron.

Varios críticos han señalado la relación alumno-maestro entre Quiroga y Poe, cosa que le agradaba. Sus amigos y biógrafos coinciden en que nunca ocultaba su admiración por Poe, Ezequiel Martinez decía que incluso al final de su vida “aún recordaba casi literalmente todos los cuentos de Poe, uno de sus ídolos”.

Esa relación se manifiesta en todos los escritos serios sobre Quiroga, de tal forma que incluso más que Lugones o cualquier otro escritor de su tiempo, solo a él se le otorga el manto de “el Edgar Poe de Latinoamérica”.

Esto pudiera malinterpretarse y sugerir que Quiroga solo era un imitador, pero con leer su obra, dicha idea se demuestra totalmente equivocada.

Reescribiendo a Poe: La venganza

De todos los paralelos entre Poe y Quiroga, la venganza es el mejor ejemplo de cómo el uruguayo trató los mismos motivos y les dió un toque propio.

Quiroga se mostró especialmente interesado en ‘El barril de amontillado’ (‘The Cask of Amontillado’) y repite la premisa en ‘El crimen del otro’, ‘La lengua’ y ‘Una bofetada’.

En el primero es prácticamente una parodia pues los personajes y la trama se repiten de manera simplificada, pero en los últimos logra replicar el motivo sin copiar a su antecesor.

De manera parecida, en ‘Un mono que asesinó’, Quiroga combina varios temas ‘Poescos’, la venganza de ‘The Cask of Amontillado’, la psicosis de ‘Ligeia’ y ‘Metzengerstein’ y el comportamiento homicida y brutal de un animal que hay en ‘The Murders in the Rue Morgue’.

En dicho relato el alma de un antiguo Brahman se venga de un descendiente del aldeano que lo asesinó, tomando posesión del cuerpo del argentino Guillermo Boox, y encierra el alma de este en el cuerpo de un simio.

La venganza está presente también en ‘La gallina degollada’, un relato en que unos hermanos descritos como ‘idiotas’ asesinan a su hermana luego de ver a la cocinera degollar a una gallina, sugiriendo que el maltrato del que eran objeto tal vez fuera uno de los motivos de su comportamiento animal.

La crítica coincide en que a pesar de su dependencia de Poe, Quiroga es mucho más que un imitador.

barriles de amontillado
Barriles de Amontillado

De amor de locura y de muerte

Quiroga le imprimió un toque único a sus relatos, influido por su entorno, particularmente la selva misionera.

Su compilación ‘Cuentos de la selva’ es el primer ejemplo de esto, lo mismo que en multitud de relatos diversos como ‘El hombre muerto’, ‘Una bofetada’ y ‘La miel silvestre’. Explora la muerte desde diversos ángulos pero que tienen como contexto vital a la selva.

Un hombre que se resbala y muere al limpiar su chacra, un trabajador que mata en medio de la selva a un capataz que lo maltrataba y un citadino que muere al probar miel narcótica de un panal (lol), nada de esto aparece en los cuentos de Poe.

También se hace evidente su pertinaz obsesión por la muerte y la locura en relatos como ‘La meningitis y su sombra’ que a pesar de ser uno de sus relatos más felices tiene connotaciones sombrías que amenazan la salud mental de los protagonistas.

El amor también es recurrente en sus historias, con fuertes paralelos Poescos, ‘La meningitis y su sombra’ tiene como principal conflicto el amor no correspondido de Durán por María Elvira Funes, al igual que en una de sus contadas novelas: ‘Pasado amor’, en la que Morán (interesante) vuelve a su yerbatal y se enamora de la hija de una familia adinerada, ella le corresponde y accede a huir con él, pero al final desiste por las presiones de su familia y deja plantado a nuestro héroe que acepta que no todas las batallas se pueden ganar.

Estos tres temas dan nombre a su más famosa compilación: ‘Cuentos de amor de locura y de muerte’ que por declaración expresa de Quiroga no llevan comas. Esto tiene sentido al pensar que cada relato contiene a los tres factores en mayor o menor medida.

Los personajes de Quiroga (y lo que nos dicen de él)

Las historias de Horacio Quiroga se distinguen por tener a la naturaleza como adversario del hombre y un fatalismo constante.

Alfred Coester escribió que “la naturaleza es el personaje principal en sus historias, es ella quien derrota a hombres y bestias en su lucha por sobrevivir”. Henríquez Ureña dijo que “sus poderosos y horripilantes cuentos presentan con frecuencia al hombre derrotado por la selva o el desierto” y Seymour Menton anotó que sus relatos “en gran parte, presentan la derrota del hombre ante la barbarie de la naturaleza”

Esto pudiera sugerir que Quiroga buscaba reconocer el poder de la naturaleza, también cabe la posibilidad de que la usara como motor para el desarrollo de sus personajes.

La última opción nos mueve a un punto de vista normalmente ignorado: Quiroga usa el poderío de la naturaleza para mostrar sus pensamientos sobre la naturaleza humana.

En varios relatos como ‘A la deriva’ y ‘El hombre muerto’, se presenta al personaje en una situación de muerte en la que depende de sí mismo y nadie más, a pesar de lo imposible de sus situaciones, si se resiste heroicamente a su destino tendrá la oportunidad de alcanzar su objetivo. El personaje debe actuar con valor, propósito y disciplina.

Conforme pasó el tiempo y mejoraba como escritor, Quiroga comprendía cada vez mejor una de las herramientas principales para crear personajes efectivos: la empatía.

Rodríguez Monegal menciona que Quiroga a veces mostraba cierta compasión por sus personajes, compasión que tal vez nacía de su propia personalidad.

De pie Horacio Quiroga, Samuel Glusberg, Leopoldo Lugones y Arturo Cancela; sentados Baldomero Ferández Moreno, Alberto Gerchunoff y Roberto F. Giusti.

Guías para el perfecto cuentista

Entre 1925 y 1927, Horacio publicó tres guías para escritores noveles. En dos de ellas incluye algunas técnicas de Poe.

‘El manual del perfecto cuentista’, define que conocer el final de la historia antes de siquiera escribir la primera palabra es vital, este principio se puede extraer de ‘The Philosophy of Composition’.

El ‘Decálogo del perfecto cuentista’ comparte diez consejos breves, el primero es “Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en dios mismo”

Por último en 1928 publicó un artículo en el que defendía el relato breve mediante la inmediatez de su efecto, debido a la brevedad y claridad del género, como citando los pensamientos de Poe en ‘The Philosophy of Composition’.

El hombre

Según sus críticos y biógrafos, Quiroga fue un rebelde desde sus años mozos.

Pedro Orgambide escribió que era agresivo e intratable cuando estudiante, lo que le granjeaba la aversión de sus compañeros y maestros. Creía que su acercamiento prematuro con la muerte tuvo como resultado un conflicto con la realidad, tal vez era la causa de su naturaleza hirsuta.

Emir Rodríguez Monegal registra una anécdota.

Un periodista, entusiasta de Horacio Quiroga, estaba ansioso por conocerlo y se hallaba cerca de su hogar, cuando lo abordó el escritor estaba trabajando en su jardín, “¡¿Que quiere?!” dijo Quiroga con no demasiada delicadeza. el periodista respondió: “Quería verlo”. “Bueno, ya me ve”, dijo con voz fuerte el escritor. “Eso fue todo”.

El gran Leopoldo Lugones dijo que en las fiestas que organizaba, Quiroga “permanecía mudo las más de las veces, sin dejar, por eso de hacer los debidos homenajes al brillante chisperio intelectual y a las tortas, no menos excelentes de madama Lugones”.

A pesar de su reputación de solitario intratable, Quiroga valoraba sus amistades con notable intensidad. Se conservan varias de sus cartas en las que manifiesta su cariño por sus amigos y la gran tristeza que lo embargaba con la pérdida de alguno de ellos.

En 1936 le escribió a su amigo Asdrúbal Delgado: “No dejes de escribirme de vez en cuando, pues si en próspero estado los pocos amigos a la caída de la vida son indispensables, en mala salud forman parte de la propia misma vida”

Horacio Quiroga en 1900
Horacio Quiroga en 1900

El legado

En resumen, Horacio Quiroga era un hombre complicado, capaz de una sensibilidad notable que le permitió escribir historias que encienden los corazones de sus lectores, al mismo tiempo era un hombre de difícil acceso, de palabras directas, pesimista y un ingenuo soñador.

Englekirk describe a Horacio Quiroga como el más prominente escritor en su región durante los primeros años de los treinta. Al día de hoy es considerado el más consumado maestro del relato corto en el Río de la Plata y uno de los más grandes en la literatura hispanoamericana.

Muchos de los escritores que le sucedieron crecieron con su influencia, gracias a él leyeron a Lugones, a Poe y a la pléyade de modernistas de su tiempo.

Algunos de ellos se convirtieron en los grandes escritores latinoamericanos del siglo XX, Borges y Cortázar en el Río de la Plata, precursores del más grande movimiento de la literatura hispanoamericana moderna, ‘el boom’.

En conclusión, seguimos leyendo a Quiroga a más de cien años de su primera publicación. Y de una u otra manera lo seguiremos haciendo por muchos siglos más.

Casa de Horacio Quiroga en Misiones
Casa de Horacio Quiroga (hoy un museo) en Misiones

Fuentes

  • Flores, A. (1955). Magical Realism in Spanish American Fiction. Hispania, 38(2), 187-192. doi:10.2307/335812
  • Giwen, K. (1989) The Limits of Modernismo: Delmira Agustini and Julio Herrera y Reissig, Romance Quarterly, 36:3, 307-314, doi: 10.1080/08831157.1989.9932634
  • Orgambide, P. (1954). Horacio Quiroga, el hombre y su obra. Editorial Stilcograf.
  • Param, C. (1972). Horacio Quiroga and His Exceptional Protagonists. Hispania, 55(3), 428-435. doi:10.2307/339305
  • Phillips, P. E. (2018). Poe and Place (Geocriticism and Spatial Literary Studies) (1st ed. 2018 ed.). Palgrave Macmillan.
  • Rodríguez Monegal, E. (1967). Genio y figura de Horacio Quiroga. Editorial Universitaria de Buenos Aires.
  • Rodríguez Monegal, E. (1961). Las raíces de Horacio Quiroga. Editorial Alfa.