Pensativa – Resumen y análisis (parte 1)

Jefa Cristera; Jovita Valdovinos

Pensativa es una novela corta escrita por Jesús Goytortúa y publicada en 1945. Cuenta los amores de Roberto, un soltero citadino y una mujer que responde al apodo de ‘Pensativa’ (ya sé, full de cursi). A pesar de la simplicidad del argumento, la historia está llena de matices notables, tanto de la forma de pensar de los hombres y mujeres de mediados de siglo, como de las heridas todavía abiertas, de los sucesos acaecidos en las últimas guerras cristeras.

Del autor

Goytortúa nació en San Luis Potosí en 1910. Publicó ‘Pensativa’ en 1944 con la que ganó el premio Lanz Duret, también escribió ‘Lluvia Roja’ y ‘Cuando se desvanece el arcoiris’.

Trabajó en la Secretaría de Agricultura y Fomento. Donde fundó ‘Las Democracias’. Además colaboró con cuentos y otros textos en diferentes medios impresos como ‘Arte y Plata’, ‘Hoy’, ‘Letras Potosinas’, ‘Mañana’, ‘Revista de Revistas’ y ‘Sucesos para Todos’.

Contexto histórico de ‘Pensativa’

Pensativa es considerada una obra representativa de la narrativa cristera.

Como se mencionó en la Guía para leer a Horacio Quiroga. Los autores tienden a escribir de los sucesos que definen su contexto.

En el caso de México, hubo muchos eventos notables en el acontecer político y social durante el siglo XX, de los cuales la revolución y las guerras cristeras fueron los que dejaron algunas de las ‘heridas’ más graves en el imaginario nacional (lo que no exime a las heridas físicas).

El conflicto entre la Iglesia y el Estado mexicanos es un tema complejo y vasto que no es fácilmente resumible en algunos párrafos. Tampoco me entusiasma escribir de política. Esta sección es una breve reseña histórica con los materiales que tengo disponibles, sin tomar partido por ningún bando.

Antecedentes desde la colonia hasta la independencia

Supongo que todo comenzó con la conversión/imposición de la religión católica a los supervivientes de la conquista en el Virreinato de la Nueva España. Es digno de notar, que muchas veces el clero defendió los derechos de los nativos y si le preguntas a Octavio Paz, sirvió de consuelo ante el ‘abandono’ que los indígenas sufrieron por parte de sus dioses e ‘instituciones’.

En la época colonial se sentaron muchas bases jurídicas y prácticas que le daban gran poder a la iglesia (el sistema de encomiendas, las órdenes monásticas, etc.).

Durante las guerras de independencia, el clero tuvo una influencia notable (don Miguel Hidalgo, el valiente Morelos, etc.) y ésta se dejó notar en la redacción de la primer constitución que definió al catolicismo como la única religión oficial.

Al naciente grupo que comenzó a gobernar el país eventualmente esto le dejó de gustar y ya para 1847 había notables tensiones entre el gobierno y las autoridades clericales. 

Las políticas de Valentín Gómez Farías y sus amigos buscaban destruir la base jurídica de la supremacía eclesiástica en los asuntos civiles, que en plena guerra contra los Norteamericanos detonó en la ‘Rebelión de los polkos’ (véase el párrafo ‘clases de historia’ en la entrada El fistol del diablo parte 6 y la sección ‘La primera reforma liberal’ de la entrada de Wikipedia para Gómez Farías).

Pintura de Valentín Gómez Farías
Valentín Gómez Farías

Reforma y porfiriato

Durante el resto del siglo XIX, las llamadas Guerras de Reforma que buscaban entre otras cosas, la separación de la iglesia y del estado, plagaron el país de muerte y desacuerdos con ocasionales invasiones extranjeras y full de cosas tristes.

Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y otros políticos liberales lograron imponerse y quitarle el poder que por trescientos años había detentado el clero en estas tierras (entre otras cosas no relacionadas con el tema).

Entonces llegó don Porfirio Díaz y con su lema ‘menos política y más administración’, instauró algo parecido a una ‘Pax Romana’ llegando a un acuerdo con el aún poderoso clero.

El porfiriato aportó cierta estabilidad al país, a costa del sufrimiento de full de gente, de asesinatos y de ya sabes, lo que está en cualquier starter-pack de dictador latinoamericano.

Llegó la revolución y cuando todos terminaron de matarse, hubo cierta tolerancia mutua, lo que incluía un nivel de acuerdo entre las autoridades religiosas y el gobierno.

La guerra cristera

Todo terminó cuando el presidente Plutarco Elías Calles expidió la ley de tolerancia de cultos (léase Ley Calles) que a efectos prácticos buscaba reducir aún más la intervención de las iglesias en la vida pública.

Y eso no le gustó al clero, ni a los feligreses.

Comenzaron varios levantamientos que buscaban recuperar su libertad religiosa y mucha gente murió y/o hizo cosas muy malas, según la novela, soldados del gobierno asaltaron varios conventos y violaron a las religiosas que los habitaban. En realidad ya habían sucedido actos de violencia antes, como el asesinato de Álvaro Obregón y ejecuciones de amotinados en diversos puntos de la república.

Cómo dice uno de los personajes de la historia: ”En la guerra los dos bandos cometieron atrocidades”.

Después de varios años de conflicto, se firmó un armisticio y se emitió un perdón para todos los pronunciados que depusieran las armas. Muchos se negaron y siguieron combatiendo por bastante tiempo. Ya para 1934 cuando Lázaro Cárdenas tomó el poder, el levantamiento estaba prácticamente terminado, lo que no evitó varios linchamientos, asesinatos y ultrajes (‘if you know what I mean’) a “Maestros rurales”.

Al final en un acuerdo a la ‘Nicodemo’ ambas partes acordaron la paz, digno es de mención que la mayoría de las autoridades eclesiásticas estaban en contra del enfrentamiento armado.

La cosa se terminó enfriando poco a poco, pero hubo hombres y mujeres que siguieron combatiendo por muchos años, al cobijo de las sierras y los montes, aún sin la venia de las autoridades religiosas, hay registros de que el gobierno no siempre cumplió su parte del trato y siguió ejecutando cristeros.

‘Pensativa’ se desarrolla en este contexto de post-guerra fraticida.

Portada de la edición de Porrúa de 'Pensativa'

Resumen de Pensativa

Roberto, abogado con herencia necesaria para no tener que ejercer, disfrutaba de su vida de soltero en la capital. Un día recibió una carta en la que su tía le urgía a visitarla. Estaba muy enferma y temía que fuera a morir sin despedirse.

Así que se encaminó a su natal ‘Santa Clara de las Rocas’, aunque fastidiado por la idea de ir a un pueblo anticuado y aburrido, no dejó de admirar el paisaje y calma del bajío mexicano.

Después de un viaje agotador llegó a ‘La rumorosa’, finca de su tía. Cuando bajó del coche su nodriza Genoveva lo recibió entre sollozos, contentísima de volver a verlo.

Saludó a su tía Enedina que para alivio de todos (menos de él) iba a recuperar la salud. El anciano doctor López le dió la bienvenida y lo enteró de la congoja que la convaleciente sufría debido a las impresiones de la guerra cristera.

Yo le decía a doña Enedina: un par de viejos carcamales como usted y yo, no deben preocuparse de si ganan los rojos o los azules. Pero no me hizo caso y ahí tienes el resultado.

El doctor López

El doctor le sugirió casarse, pues en ese pueblo había muchas señoritas bonitas y bien educadas. El tema también fué sugerido por su tía, su nana  y su prima Jovita.

De hecho ya le tenían una ‘novia’, una mujer de gran abolengo, descendiente de los Infante, antiguos gobernantes de esas tierras. Una doncella intachable, hermosa y amable. Roberto, interesado por tanta alabanza a la enigmática doncella, comenzó a desear con fuerza por fin conocerla.

‘Pensativa’

Veva le urgió a hacerla su esposa y llevársela de esa tierra. Pensativa había perdido a su hermano en las guerras religiosas, sufría por no tener familia, ni ser rica como antaño. Vivía en la vieja hacienda de ‘El plan de los Tordos’. Pero era orgullosa y mostraba resignación y hasta altivez, fachada que ocultaba un corazón de oro.

Doña Enedina la había invitado a cenar, ese día asomaba una tormenta en el horizonte y Roberto, práctico y citadino, sentenció que no llegaría.

Era de noche cuando llegó el carruaje de la bella Pensativa. Basilio su caporal, la llevaba con suma atención, pero tan pronto confrontó a Roberto cambió su actitud a una de desprecio y recelo totalmente correspondida.

Tenía una fachada de bandido revolucionario, y el señorito sintió repugnancia ante el discurso salvaje y violento del acompañante de su futura novia.

Intercambiaron palabras serias y se separaron. Roberto juzgó una necedad estar tan furioso por tan poca cosa y para distraerse fué a la pieza de su tía, allí estaban todas.

Su tía los presentó formalmente. Ella, aunque educada y amable revelaba cierto desdén hacia el citadino que no se había dignado a visitar a su tía hasta ese día.

Cuando salió a cambiarse, Jovita, Veva y doña Enedina le preguntaron: “¿qué te parece?”

-Es hermosa –Contesté queriendo ser sincero– pero es excesivamente seria. En lugar de Pensativa debiera llamarse Adusta (lol). Y no me agradan las mujeres que hacen visitas en noche de aguacero, acompañadas de un mono horroroso, de un majadero que tiene cara de asesino.

Roberto

El desdén de Pensativa había picado el orgullo de Roberto. Se resolvió a incomodarla a toda costa, riéndose de sí mismo por estar tan desconcertado como un colegial en su primer amor debido a la señorita.

Conversación en el salón

Se supo derrotado tan pronto entró al salón. Allí estaba la aún más bella Pensativa con un vestido negro que no dejaba ver más que sus manos y rostro, por toda joyería llevaba una pequeña cruz de oro en el pecho. Intentó hacer conversación y parecer ligero para ocultar su turbación (léase enamoramiento lol) pero a cada palabra que intercambiaban se irritaba más y más.

Por intervención de Veva comenzaron a hablar de Cornelio, primo de Roberto, que en palabras de Jovita nunca bajaba de la sierra, ni siquiera por “el señor arzobispo”. Roberto lo juzgó como un loco. Pensativa replicó que era un gran hombre igual que Basilio, para despecho del citadino.

“¿Otro hombre admirable?, No lo elogie usted señorita porque creeré que Cornelio ha terminado por semejarse a Basilio – Los dos fueron cristeros –me respondió Pensativa. Y su respuesta me aturdió”

Roberto

Roberto dijo que odiaba a los cristeros. A lo que Pensativa respondió que no podía odiarlos pues su hermano había sido uno de sus altos mandos. Roberto no encontraba modo de disimular su vergüenza y se retractó, a lo que la señorita respondió con desprecio. Dijeron algunas otras cosas pero el ambiente estaba cargado de tensión.

Cenaron intercambiando pocas palabras, y Roberto se retiró a su habitación tan pronto le fué posible. Se sentía triste y derrotado, ¿cómo podía sentirse así por una mujer que lo despreciaba y que aún así no le era posible odiar?. Comprendió que para alguien que había sufrido tanto como ella era natural despreciar a un señorito que nunca había vivido las dificultades que su hermano, Cornelio o Basilio habían enfrentado.

¡Disculpaba a Pensativa!, se hizo un exámen de conciencia y concluyó en que si bien no la amaba, sí le ‘gustaba de un modo peligroso’, resolvió alejarse de ella en lo posible y cuando llegase a encontrarla dominarse y dejar correr las cosas sin exhibirse.

Aventura en los vados

Al día siguiente el cura del pueblo y el doctor López asistieron a la comida. El doctor llevó aparte a Roberto y le preguntó su opinión de Pensativa. Él admitió que probablemente la quería aún a pesar de su desprecio, el doctor lo animó a no cejar y a dejar en paz el asunto de los cristeros pues esa tierra los había dado por millares y eran las personas más orgullosas y vengativas del mundo.

Roberto salió a dar un paseo a caballo después de la comida para evitar despedirse de Pensativa y Basilio. Llovía en la sierra y a despecho de su orgullo decidió alcanzar a su amada que ya debería estar camino a su hacienda.

Se cruzaron cerca del río, Roberto disimuló y preguntó con civilidad si iban de regreso, Pensativa asintió y éste, se ofreció con osadía a acompañarla. Pensativa no pudo ocultar su desagrado y aceptó por educación, cuando llegaron al vado, Fidel, mayordomo de doña Enedina observó que si cruzaban el vado no podrían regresar a la Rumorosa.

Pensativa y Basilio le pidieron a Roberto que regresara, pero éste, con alevosía dijo que a menos que ella se lo pidiera, lo que implicaba que le desagradaba sobremanera, cruzaría con ellos.

La cohibida Pensativa tuvo que aceptar.

“Señorita, si mi compañía le molesta, regresaré a la Rumorosa. Pero quiero que sea usted quien me lo diga”

Roberto el conquistador (lol)

Había cruzado el vado y subían la cuesta cuando pensativa embistió a un muchacho con su caballo. Ella lo regañó por no estar atento y le preguntó si acaso estaba ciego. Roberto ayudó al muchacho que en efecto era invidente. Se lo hizo notar a la doncella y cuando regresó a su caballo la encontró al borde del colapso. Basilio estaba listo para molerlo a golpes por su impertinencia.

Roberto estaba a punto de pedir disculpas aunque no sabía exactamente por qué, cuando escuchó el rumor de la creciente.

Los animales huían. Víboras, coyotes y halcones buscaban refugio, él observaba todo ese espectáculo cuando un grito de Basilio lo despertó de sus cavilaciones: “¡Corra, corra!, ¡sálvela!”. Volteó a ver el fondo del cauce y allí estaba Pensativa, con las riendas firmemente asidas, esperando la creciente.

Cena en ‘El plan del los Tordos’

Roberto espoleó al caballo y bajó al cauce, le tendió la mano a Pensativa, pero ella le dió un fustaso, enfurecido, la tomó de la cintura y la cargó mientras la montura subía rápidamente a la orilla.

Cuando estuvieron fuera de peligro y sin soltarla preguntó “¿por qué ese deseo de suicidarse?”. Pensativa no respondió, buscaba a Basilio con la mirada. El caporal llevado por la corriente chocó contra unas rocas. Cualquier otro hombre hubiera muerto, pero cuando llegó a donde su ama besó sus botas y luego la mano de Roberto que alegre por dentro le espetó que no hiciera eso. Pensativa lo hizo prometer que no diría nada de eso.

La lluvia comenzó a caer y llegaron al “Plan de los Tordos” (la hacienda de Pensativa) cuando era de noche.

La casona había visto tiempos mejores. La mayor parte de los edificios estaba en ruinas y sus habitantes eran mozos y mujeres de rostros resueltos pero también sumamente empobrecidos.

En el recibidor de la única ala habitable, Roberto vió varios muebles de gran refinamiento aunque por lo demás el edificio era poco más que una barraca revolucionaria. Allí vió el retrato de un hombre joven con la misma expresión que pensativa, “mi hermano”, dijo ella, se llamaba Carlos.

Conversaron sobre cómo fue traicionado y luego vengado por sus soldados. Basilio y los demás habitantes de la hacienda, todos con graves marcas de guerra, extremidades amputadas y malos recuerdos.

Después de una cena austera pero que agradeció sobremanera, Roberto se retiró a dormir en el catre de campaña que le habían preparado.

A la mañana siguiente los anfitriones se desvivían para atenderlo. Probablemente Basilio les había insinuado que salvó a la señorita de algún peligro.

Conversó con Pensativa y Basilio. Le hablaron de ‘La generala’, jefa de su hermano. Una Juana de Arco de los cristeros que había operado en su natal Jalisco. Cuando depuso las armas aprovechando el ofrecimiento del gobierno, fue acribillada por agentes no identificados.

Roberto no era fanático del tema y Pensativa pudo notarlo. Lo llevó a ver la hacienda y cuando llegó el momento de despedirse, le pidió autorización para visitarla otra vez. Ella aceptó con reticencia.

Ataques osados

Roberto pasó la noche pensando en la mujer que ya amaba. Pero el secretismo que rodeaba su gran penar lo tenía inquieto. Le confesó sus dudas a Veva y a su familia. Que por toda respuesta le aseguraban la castidad y honestidad de la doncella.

Convencido de que no obtendría ninguna información de ellas fué a Santa Clara para probar suerte. Allí se encontró con el secretario del ayuntamiento, maestre masón que de no ser por doña Enedina que lo escondió en su ropero habría sido ejecutado por Carlos Infante, cuando tomó la ciudad. En cambio el presidente y sus delegados fueron colgados en un poste cercano.

Roberto preguntó sobre la captura del hermano de Pensativa.

El secretario lo enteró de que un traidor llamado Gustavo Muñoz con su ayudante apodado ‘El alacrán’, logró ganarse su confianza y lo hizo caer en una emboscada. Luego lo ejecutaron en circunstancias poco claras. Se decía que lo habían torturado. Roberto concluyó que tal vez lo habían cegado y por eso Pensativa se mostraba gravemente afectada al ver a un invidente.

Mire usted: aquí los de ambos bandos, hablando con verdad, merecíamos lo que nos pasaba. Tan fanáticos y tal salvajes éramos los pintos como los colorados. El presidente municipal le había entregado las monjas a la caballería, y bueno… había hecho muchas cosas más. Todos éramos deudores y acreedores y yo por eso digo: maldita sea la guerra civil, que rompe todas las leyes y que hace al hermano verdugo del hermano

El secretario del Ayuntamiento

Roberto aceptó que la amaba y se decidió a conquistarla. Así que planeó ir a ver a Cornelio para esclarecer aún más el motivo de la tristeza de Pensativa y de paso pedirle algún consejo. Veva se ofreció a guiarlo haciendo notar que Carlos y Cornelio habían sido amigos íntimos y que sin duda ayudaría a Roberto a casarse con Pensativa.

Antes de partir le quizo llevar algunos libros, dulces y otros obsequios a ella y a su tropa (ayñ).

Cuando llegó al vado del coyote la crecida le llegaba a los muslos aún sobre la montura. Allí estaban Basilio y otro criado de Pensativa, que no le ayudaron. Roberto se enfureció y dejó al caballo seguir su instinto, estuvo a punto de ser arrastrado por la corriente y se sintió lazado. Pero prefería morir a recibir la ayuda de esos hombres que ahora despreciaba. Se deshizo del lazo y logró salir a la margen del río, allí Basilio y su criado lo saludaron. Roberto pasó silbando sin hacerles caso.

Basilio lo alcanzó cuando estaba ya a la entrada del Plan de los Tordos y le pidió que no le dijera nada a su ama. Roberto irritado respondió: “Nada tengo que decirle a la señorita porque nada de lo de usted me interesa”.

Saludó a Pensativa, se quedó a comer y asomaba una tormenta de modo que también iba a pasar la noche en su hacienda. Por la tarde tomaron café en la huerta con un modesto servicio pero de valor incalculable para él.

Conversaron sobre la capital, el teatro, la cultura, “una vida maravillosa” según Pensativa. Roberto aseguró que lo creía así hasta que llegó a la Rumorosa, momento en que comprendió que le faltaba algo: “amor” (OMG¡¡¡¡).

Pensativa un poco cohibida no respondió nada. Roberto le preguntó “¿qué hace usted aquí?”, una mujer de clase y educación superior a la vida de guerrillera que llevaba, ¿qué pensaba hacer?, ¿vivir para siempre entre bandidos, valientes y llenos de fe, pero bandidos a fin de cuentas?. Ella dijo que consideraba un convento. Roberto preguntó, ¿y por qué no un hogar?, ella palideció y susurró “un hogar…”, Roberto agregó: “Pensativa, ¿no ha pensado usted nunca en casarse?” (bruh, Roberto tiene habilidades).

Segunda velada en el Plan de los Tordos

Pensativa se quedó callada. Después de unos minutos dijo que nunca habia pensado en eso, Roberto le recordó que habría que pensar en ello en algún punto de la vida, entonces se soltó la lluvia y entraron a la casona.

Pensativa se retiró brevemente y mientras Roberto conversaba con la tropa, Basilio le pidió unas palabras.

No sin reticencia accedió y afuera, Basilio le pidió disculpas por desear que se ahogara, Roberto le hizo saber que su odio era correspondido y Basilio apreció su sinceridad, entonces le preguntó sobre sus intenciones, él y toda la tropa amaban a la señorita más que a nada en el mundo y los atormentaba verla ahí, entre guerrilleros, sola y pobre.

Roberto le dió la mano a Basilio y le dijo: “quiero casarme con la señorita”. El rostro del caporal se iluminó y con una sonrisa le respondió: “hágase querer jefe”, le pidió que se la llevara de esa tierra que la llenaba de tristeza y la hiciera olvidar, que nunca sacara a colación el asunto de la guerra y que la hiciera feliz, ella era la mujer más santa y buena del mundo.

Aún así Roberto quería saber todo sobre Pensativa y le pidió que entonces le explicara por qué Pensativa se impresionaba tanto por los ciegos. El sargento/caporal se negó a decírselo y le repitió que lo mejor era olvidar todo ese asunto. Roberto se conformó con preguntar por el destino de el traidor Muñoz. Basilio respondió: “eso sí se lo contesto mi jefe, donde mataron a mi general Infante, allí matamos a Muñoz”.

La lluvia amainó y Pensativa estaba en el servicio leyendo uno de los libros de Roberto. Él se sentó cerca y conversaron hasta que se sirvió la cena, luego siguieron hablando hasta muy tarde. La señorita se despidió y Roberto se pasó a noche jugando a las cartas con la tropa.

Cuando se fue a acostar meditó en su amor por Pensativa, pero no dejaba de sospechar del motivo que llevaba a todo el mundo a querer enterrar el pasado de la intachable señorita.

A la mañana siguiente se despidió y Basilio lo acompañó hasta La rumorosa, si bien no serían amigos, ahora se mostraban cierto respeto.

Expedición a la sierra

Roberto tuvo que explicar cada detalle de sus avances con Pensativa y todos sentenciaron que la boda ya era un hecho, a pesar de las reservas del novio que no aseguraba que Pensativa le correspondiese.

Llovió toda esa semana. Lo que aplazó los planes de Roberto de ir a ver a Cornelio. Cuando por fin hizo buen tiempo emprendieron el viaje. Además de él iba Fidel y Veva que tenía muchas ganas de ver a Cornelio, aunque estaba visiblemente nerviosa al pasar junto a la antigua hacienda de los Condes de Río Negro.

La hacienda había sido construida en el siglo XVII por los españoles que habían descubierto una mina cerca. Fue abandonada cuando ésta se agotó y el último conde moría en el sitio de Cuautla.

Ahora era un montón de ruinas invadidas de vegetación y polvo. Roberto se mostraba muy interesado en explorarlas, interés que aumentó ante la turbación de sus guías que aseguraban que era un sitio maldito. Veva tuvo que acceder a contarle la historia de la hacienda ante la tozudez de Roberto siempre que se fueran de allí.

Carlos Infante era el más capaz de los generales cristeros, tan buscado por el gobierno como Gorostieta y la generala. Muñoz llegó a la Rumorosa pidiendo auxilio, allí Veva y doña Enedina que ayudaban a los cristeros aceptaron cuidar a su “hermano” un hombre apodado ‘el alacrán’. 

Por su parte Muñoz se ganó la confianza del general. Carlos y la liga estuvieron a punto de tomar Guadalajara pero alguien había puesto sobre aviso al gobierno y tuvieron que retirarse.

La traición de Muñoz

Carlos regresó con nuevos soldados, abogados, doctores, hasta un ‘gringo’. Entre los reclutas se distinguía ‘el desorejador’, un hombre tan valiente como salvaje que gustaba de cortarles las orejas a ‘maestros comunistas’. 

El general decidió tomar Santa Clara, organizó sus tropas y todo estaba listo, tomaron el camino de la hacienda del conde y decidieron comer allí.

Había una cisterna, y Muñoz sugirió al general que tomara un baño, los demás también lo hicieron, en ese momento Muñoz y ‘el alacrán’ subieron por una saliente y como si hubiese visto algo sobrenatural lo llamó. 

Cuando Carlos subió y con él los otros hombres un destacamento de soldados los capturó y empezó a disparar dispersando a las fuerzas del general. El traidor se burlaba de él y seguía gritando “¡a la horca, ¡a la horca!”. Carlos le respondió: “tienes muchas ganas de verme morir ¿verdad?, vivirás más que yo, pero tu muerte será peor que la mía”.

Lo colgaron en un árbol que Veva señaló, Muñoz estaba turbado por la profecía de Carlos y empezó a dispararle a su cadáver. Una bala reventó la soga y empezó a patear el cadáver, pero sus ojos lo asustaron, entonces se los sacó con una vara. Basilio no soportó más esto y rompió las sogas con furia y de no ser por ‘el alacrán’ que lo cortó con un machete en la cara lo habría matado.

Basilio cayó en la cisterna y lo dieron por muerto, pero sobrevivió, esperó a que el destacamento se fuera y enterró a Carlos, después regresó a Jalisco con la generala.

Eso explicaba en parte el horror de pensativa al ver a los ciegos, pero había algo oculto todavía. Cuando Roberto se lo preguntó Veva se negó rotundamente a decir más.

Fin de la entrada

Y hasta aquí llegamos hoy, aproximadamente a la mitad de la novela, no te pierdas la siguiente entrada en la que cerramos esta historia y consideraremos un breve análisis y comentario.

Por cierto que pudiera parecer que no le estoy haciendo caso al proyecto de la entrada anterior (Historia de la literatura hispanoamericana para los y las despistados (y ‘adas’ lol)), peroooo no, el comité de redacción (XD) está trabajando al tope de rendimiento en la labor de investigación, condensación y redacción de las entradas.

Como el amable lector comprenderá son entradas grandes y hay mucho texto por leer, de modo que se van a estar intercalando con otras entradas que a veces no vendrán demasiado al caso, como sea la cosa sigue corriendo y una buena entrada se está cocinando, no dejes de darte una vuelta por acá cada fin de mes :3.