La casa de Asterión es un relato breve escrito por Jorge Luis Borges en 1947. Publicado por primera vez en un número de la revista ‘Anales de Buenos Aires’, aunque su inclusión en ‘El Aleph’, uno de los dos volúmenes más famosos de Borges (el otro es ‘Ficciones’) lo hizo bastante más conocido.
El relato es una revisión de un famoso mito griego, de verdad recomiendo leerlo antes de los spoilers, su efecto es tremendo.
Resumen de ‘La casa de Asterión’ [spoilers]
El relato comienza con la cita:
Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión.
Apolodoro, Biblioteca, III, 1.
Y Asterión comienza su discurso.
Primero rechaza las acusaciones que sobre él arroja la plebe, no es ni un misántropo, ni un soberbio, ni mucho menos un loco, calumnias que “castigará a su tiempo”.
Luego admite que no sale de su casa, pero da buenas razones para ello.
En primer lugar es muy grande, de hecho tiene un número infinito de puertas (el texto anota que el original decía catorce, número que para Asterión equivale al infinito), de nuevo desprecia el rumor de que hay una casa parecida en Egipto.
Otra calumnia es que es un prisionero, de nuevo, aunque su casa es tan grande y un laberinto para los extraños. Ha salido a la calle, pero las caras aplanadas de la plebe, sus llantos y rezos de terror que les inspiraba verle, lo terminaron por fastidiar.
Humildemente acepta que aunque su modestia lo quiera, no se le puede confundir con el vulgo.
Tampoco sabe leer, pues, como el filósofo, piensa que nada es comunicable por el arte de la escritura, eso a veces le pesa pues los días son largos.
Aunque tiene muchas distracciones.
A veces corre por las galerías como un carnero en embestida, juega a que le buscan, escondiéndose entre los infinitos (catorce) aljibes de su casa. También juega a estar dormido, en ocasiones realmente lo hace, pero su juego favorito es fingir que ‘otro Asterión’ lo visita y que le muestra la casa.
También reflexiona sobre esta, con infinitos patios, pesebres, aljibes y galerías, todos idénticos, son uno y muchos a la vez.
Por último habla de que cada nueve años, entran a su casa nueve hombres para que él los libre de todo mal, tan pronto los escucha corre alegremente a buscarlos, ceremonia que dura pocos minutos. Ignora quiénes son, pero sabe que uno profetizó al morir, que alguna vez llegaría su redentor, desde entonces no le duele la soledad, sabe que existe y que en algún momento se van a encontrar.
El discurso de Asterión es seguido por estas líneas:
El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
–¿Lo creerás, Ariadna? –dijo Teseo–. El minotauro apenas se defendió

Comentario
De mitos y leyendas
Siempre me ha parecido intrigante saber de dónde salen las leyendas y los mitos, relatos que se han contado incontables veces por todas las edades. Recuerdo que cuando estaba documentando la entrada de Romeo y Julieta encontré que partía de una idea que ya existía desde la Grecia clásica, ¡y para entonces ya era una historia antiquísima!.
Pensar en que desde el neolítico y calcolítico los gérmenes de todas las historias que conocemos ya habían sido completamente desarrollados me vuela la cabeza.
Por ejemplo, en uno de los primeros volúmenes de Historia de Heródoto encontré que los héroes griegos de antaño eran de una talla proverbialmente grande (véase la sección ‘The Tomb of Ajax’ de la entrada de Wikipedia para Retio, en inglés y ‘Other literature and media’ en la entrada de Orestes), lo mismo que en otro montón de culturas en todo el mundo. Sucede algo parecido con el concepto de un diluvio o de los amantes de bandos contrarios, ¡en muchos lados se pensaban cosas parecidas!.
Pero todo eso es especulación mía.
Hay dos aspectos interesantes en el relato de Borges respecto a la temporalidad de su versión del mito que quiero abordar.
En primer lugar cuando Asterión desprecia ‘el arte de la escritura’ justo como ‘el filósofo’ es una clara referencia a Platón y sus reservas respecto a ese invento de gente sin memoria (lol), lo que sitúa al relato después de la segunda mitad del cuatrocientos a.e.c.
Pero al mismo tiempo la última línea del relato menciona una espada de bronce, Wikipedia sitúa el comienzo de la edad del bronce en el Egeo (curiosamente) alrededor del 3200 a.e.c., y su reemplazo por armas de hierro hasta el 1000 a.e.c. Para cuando el filósofo estaba pasándola bien en las Polis, se puede decir que ya estaba razonablemente extendido el uso de hierro.
Se me ocurre pensar que o bien la ceremonia de sacrificio requería armas arcaicas o bien, hubo filósofos famosos anteriores a Platón que no gustaban de la escritura para transmitir sabiduría.
De Borges y Asterión
Ahora, sobre el relato propiamente dicho, su brevedad aumenta su contundencia. Como decía Quiroga: “Un cuento demasiado corto – lo que sin duda puede ser un defecto – es mucho mejor que uno demasiado largo” (estoy parafraseando).
La estructura del cuento que comienza con un monólogo y termina con una especie de ‘cámara en tercera persona’ es sumamente efectiva.
Lo que tiene relación con otro aspecto muy interesante del relato: ‘La reescritura del mito’.
La historia clásica tiene como motivo principal al ‘héroe ayudado por la princesa’. Borges lo reimagina como una historia de soledad y redención en la que el minotauro se convierte en el verdadero protagonista. El uso del nombre de Ariadna al final sirve para reforzar de manera inequívoca que se trata de la conocida historia de Teseo.
Lo que de nuevo tiene relación con Romeo y Julieta. La adaptación de una historia harto conocida en una pieza de literatura que atrapa la imaginación y emociones del lector es una proeza que solo los más grandes pueden lograr.
La casa de Asterión precedió por sólo cinco meses al drama en cinco actos ‘Los reyes’ de Julio Cortázar, ambos publicados en ‘Los Anales de Buenos Aires’.
Notable porque ambos parten del mito del minotauro, publicados el mismo año y en la misma revista. Y aunque la crítica implica la influencia de Borges en la trama de Cortázar, una carta de este a Borges indica que ya tenía desarrollada la idea del drama antes de leer el relato que nos ocupa.
El minotauro de Borges está más centrado en ‘su yo’ y su entorno inmediato, una especie de anhelo de ‘orden/paz’ obtenidos de la muerte, pero no está demasiado interesado en la trascendencia, en oposición al de Cortázar que la busca, al igual que el amor, la nobleza del espíritu y la belleza poética.
El relato de Borges presenta la muerte del Minotauro como la liberación de un mundo caótico y malvado. En ‘Los reyes’ esta muerte es una liberación a una esfera superior.
Los cambios en el manuscrito de ‘La casa de Asterión’ indican la búsqueda del personaje por el orden en la realidad, la explicación del rechazo de la población por Asterión.
Mientras que en la obra de Cortázar se presenta una realidad en la que la belleza y la moralidad se sabe existen, pero son sofocadas o mal interpretadas.
Aunque la carta no está publicada, aparece en la colección de Borges de la Universidad de Virginia. Y lee así:
Jorge Luis Borges
Habrá usted notado desde algún tiempo atrás la presencia del Minotauro circulando otra vez sordamente entre los hombres que escriben sus imágenes. Luego de hallarlo en el Thesée de Gide -entrevisto apenas, pero hermoso-, lo encuentro pleno de admirable inteligencia en el relato que llama usted La casa de Asterión. He querido entonces hacerle llegar este minotauro mío, que curiosamente profetiza al morir (murió en enero de este año) lo que hoy ocurre: su retorno incesante y repetido. Acéptelo usted como testimonio de cariño hacia Asterión, de nostalgia por su voz tan ceñida, tan libre de lo innecesario.
Con afecto,
Julio Cortázar

Sobre la soledad
Marta Spagnuolo señala lo sorprendente que es que empaticemos con el mismo monstruo que inspiraba terror en el mito y en el imaginario colectivo de la cultura que lo concibió.
De hecho se teoriza que el mito original (véase Pasífae) tenía como objetivo alejar a la gente de tendencias ‘furries’ o bien desacreditar el dominio minoico de finales de la edad del bronce. De nuevo, historia y mito se confunden cuando pasa mucho tiempo.
De cualquier modo, Borges logra “ponernos en el lugar del monstruo” y comprenderlo hasta cierto punto, se sugiere cierta deficiencia cognitiva (aunque yo no estoy tan de acuerdo con esa idea). “Un desajuste emocional que presentan la mayoría de los niños con retraso mental o dislexia, quienes así compensan sus sentimientos de inseguridad”.
Me da gracia que la misma Spagnulo escribió algo como “Y no me sorprende que esté así, con esa cabezota debe ser del todo difícil pensar” (paráfrasis again).
Me gustaría ofrecer otra interpretación sobre la capacidad cognitiva del príncipe.
Pienso que es un genio atormentado.
Su discurso es estructurado, lleno de erudición y aunque hay muchos visos de ingenuidad, no me parecen atribuibles a una deficiencia cognitiva, la falta de interacción social puede hacer mucho daño a la mente.
La idea del presidio y la soledad también es parte fundamental del relato, Asterión no tiene mucho que contar aparte de su vida como prisionero voluntario del laberinto.
Aún así sabe que la muerte es la redención, y alegremente se la brinda a los mancebos que son enviados a su casa cada nueve años, sabe que en algún momento alguien lo va a redimir a él y lo espera con ansias, que yo sepa las reflexiones sobre el significado de la vida y el final de ella no son comunes en las personas con deficiencias cognitivas.
Ya para terminar, no dejo de notar que en apenas una página y media, un relato pueda incluir tantas cosas, universos enteros de reflexiones y ñoñadas, si alguien me pidiera un relato para conocer a Borges es muy probable que recomiende ‘La casa de Asterión’ sin apenas pensarlo.

Fuentes
- Leiva, M. L. B. (2014). El manuscrito de «La casa de Asterión»: Mosaico de un proceso de escritura. Variaciones Borges, 38, 189–204. http://www.jstor.org/stable/24881349
- Spagnuolo, M. (2005). Asterión y el hijo mayor de Martín Fierro. Variaciones Borges, 19, 227–242. http://www.jstor.org/stable/24880562
- SORDO, E. (1986). La última muerte de Borges. El Ciervo, 35(424/425), 27–29. http://www.jstor.org/stable/40814262

